“La razón del enrocado fundamentalmente es proteger el promontorio de Itacuá, alejarlo lo más lejos posible de las aguas y del oleaje del río Paraná, con el propósito de mantener la seguridad y estabilidad que requiere dicho lugar”, puntualizó el ingeniero Miguel Rodríguez, fiscalizador de las obras que se llevan a cabo en el lugar.
El promontorio de Itacuá o elevación del terreno del lugar, tiene una formación variable de rocas sueltas combinada con suelos. Con la subida del embalse, el suelo erosiona y descalza las rocas, deslizándolas hacia el fondo, explicó.
Por ese motivo se realizó una evaluación previa y se encontró que la topografía del fondo es totalmente variable, porque en algunas partes eran muy profundas y en otras menos. El trabajo consistió en echar rocas en el fondo.
El enrocado tiene una sobre elevación que se llama albardón, que tiene una doble función, en primer lugar proteger contra el oleaje y segundo sirve como una muralla natural para que las personas no se acerquen tanto a la costa.
El trabajo que bordea totalmente al santuario está muy avanzado. Básicamente, lo que resta aún es la terminación hasta que se llegue a cota 84. Una vez concluido, tendrá dos accesos que posibilitarán el paso de los visitantes y de las máquinas para una posterior reparación si hubiere necesidad, porque son imprevisibles los efectos que pueden producir las olas sobre el enrocado.